(Gentileza Mendoza Corre) – ¿Cómo es posible volver del horror? ¿Cómo se puede superar el dolor?
La respuesta a tamaños intríngulis nos la dejó Mario Edgardo Arenas, un runner amado en el ambiente del trote mendocino.
La solución es muy simple, aunque la mayoría de los hombres de esta tierra nos empeñemos en buscarla en caminos complejos que, siempre, terminan en callejones sin salidas.
Del horror, del dolor, tan sólo se sale con amor.
Con mucho amor.
Fundamentalmente al prójimo.
Él, al cielo, su legado, en la tierra
Ese mensaje de amor es lo que nos dejó “Marito” que, en las primeras horas de esta madrugada, abandonó la tierra al trote.
Es que hoy decidió participar en la última carrera de su vida, con arco de llegada en el cielo, ese que se merece para que allí encuentre el sosiego que en los últimos meses le fue esquivo por un maldito y galopante cáncer de esófago que le hizo metástasis en el estómago.
Héroe de la Patria
Mario Edgardo Arenas, como muchos jóvenes de su generación, participó de la guerra de Malvinas, donde fue testigo del dolor y del horror.
Luego, como todos nuestros “chicos de la guerra”, esos que con tan sólo 18 años fueron parte de una loca contienda bélica liderada por un alcohólico, sufrió el olvido de la mayoría de sus compatriotas.
Ya sabemos cómo es nuestra sociedad con los “perdedores”: no se merecen nada. Ellos no fueron la excepción a esta nefasta costumbre argentina. Aún a pesar de que le pusieron el pecho a las balas para salvar el honor de la Patria, que en 1982 era conducida por una dictadura asesina que no quería perder el poder y los usó con ese deleznable fin llevándolos a una guerra sin sentido contra una de las mayores potencias bélicas del mundo.
Las estadísticas marcan que es mayor el número de soldados que se suicidaron luego de la batalla que los que murieron en combate. Y no es para menos: esos pibes volvieron con los síntomas de los traumas de la guerra y en su país nadie, o casi nadie, los contuvo o los ayudó a salir adelante.